viernes, 23 de febrero de 2007

No soportan al tábano

HILDEBRANDT: UNA VEZ MÁS

Por: WINSTON ORRILLO

Mea culpa: supongo que no soy el único que compra algunos diarios y, al fin del día, no ha tenido tiempo sino de revisar, someramente, de semáforo en semáforo, el primero que le trae su canilla.

Y, en efecto, pasaron un par de días y no había tenido tiempo de leer La Primera, que yo compraba (para mí y para una persona que quiero mucho, y que no es alguien que se imaginan los mal pensados de siempre) exclusivamente para leer a César Hildebrandt.

Un periódico de dos por medio que, cuando Juan Gargurevich, lo incorpore a su inacabable Historia de la prensa nacional, el único mérito que habrá de reconocérsele será el de haber acogido la más urticante pluma del periodismo escrito de hogaño, ya que, la inefable, y “criollísima”, Radio San Borja, le cerró su sintonizado espacio, y el vertedero de Canal 2, en pago por las varias decenas de millones, que recibió su innombrable dueño, lo mandó a su casa, y lo reemplazó (para la crónica de la infamia mediática) por el antológico esperpento que, todas las noches, malusa el nombre de una de los más queridos filmes de Alfred Hitchkock: La ventana indiscreta.

En fin, César Hildebrandt Pérez Treviño, un periodista de lujo, en cualesquiera de las esquinas de la comunicación ad usum: prensa escrita, radio, TV.

Pero no solo de lujo porque sus programas, siempre, han sido los primeros en el hijoputesco raiting, producto de una preparación impecable y de una capacidad de blandir el alfanje para penetrar en la enjundia de la realidad, sino porque su compromiso con las causas de la dignidad, de la denuncia de la falacia, del desenmascaramiento del poder de turno, han sido el motivo para que, amigos y enemigos, permanentemente, necesiten saber qué dice este hombre probo que, aparte de ser un periodista tipo hoplita, es un lector inteligente, un ensayista perspicuo, un polemista nato y un escritor que, más temprano que tarde, tendrá que ser redescubierto (especialmente ahora que los scholars de las universidades del Imperio, andan en busca de temas que puedan usar para los ascensos académicos, sobre todo en las Casas de Estudios Superiores del Establishment).

En fin, lo que resulta verdaderamente de perlas, es que sabiendo como sabemos, por nuestro particular servicio de inteligencia, que a César (valga la redundancia) lo cesaron sin siquiera avisárselo, el mamarracho ése de La Primera, hoy, sábado 10 de febrero de 2006, tiene el cuajo de sacar un recuadro en el que se lamenta por la renuncia del destacado hombre de prensa, se da golpes en el pecho por tener que prescindir de él, le agradece por haber condecorado sus paginuelas con su pluma esclarecida y, finalmente, -antología de los Hermanos Marx o el humuor noi dadaísta- le desean toda clase de felicidades en su brillante carrera (felizmente que ya no está en la Dirección Quique Sánchez Hernani, pues de su inteligencia de poeta sí se podía esperar tal especie).

Exactamente, pues, como si Torquemada le echara, en la hoguera, agua florida a una de sus víctimas y le deseara la más preclara felicidad en medio de las torturas.

La verdad de la milanesa, como diría Jorge Luis Borges, es que el traficante (no es mala palabra: tráfico es, por si no lo recuerdan, comercio) Wong, propietario del papelote, está ad portas de comparecer, ante el llamado Poder Judicial, por su no sancionada culpabilidad en los dantescos sucesos de Mesa Redonda, y el tal cuetero tiene que estar “limpio de polvo y paja”, para que ese “Poder” del Estado, no vaya a sentirse tocado ni con el pétalo de un adverbio, de los muchos que maneja, en forma maestra, CHPT.

Sin embargo, antes de concluir quiero hacer una confesión pública, que seguramente va a asombrar a muchos (si me han leído hasta aquí).

Me siento aliviado que César ya no escriba en ése (o en otro) Diario.

¿Qué? ¿Cómo? ¡Te has vuelto loco?( ya escucho las voces de mi paciente público ).

La explicación es plausible.

Y voy a darla.

Los escritores honestos, en este país, no tenemos secretaria (ni secretarias).

Ergo, yo, todas las mañanas, es decir, de martes a domingo, tenía que pasármela con mi lápiz marcador y con el cuidado, la tensión, el estrés, de que no me usen ese diario para envolver el pescado (la imagen es de Toño Cisneros, garcilasino a raja tabla, desde que dirige su salón cultural, dependiente de la inefable Cancillería).

O sea que era un trabajo más, del que me veo libre, por el momento; ¡recortar los artículos de César, seleccionarlos, ordenarlos por temas! ¡Qué lata, en verdad!

Porque el asunto era que, al principio, me decía, voy a escoger, para comentar con mis alumnos y para mi propio solaz, los mejores –solo los mejores- y¡ resulta que todos eran los mejores!

Los dedicados a Rafael “Casto” Rey, a su jurásica hermana, al subnormal Bush, al Cardenal encanallado, al inverosímil y kakfiano (perdón, Franz) Poder Judicial, y a algunos temas medio filosóficos como la felicidad, la depresión, la soledad, el amor (escritos con conocimiento de causa y con una exquisita manera como quien dice: de frente a la antología) .

Pero los que batían todos los records de summa maestría, los que le merecían el cum laude eran los que escribía -supongo que con el infinito amor y la espléndida admiración que casi todos le tenemos- sobre Su Excelencia el del Mentón Levantado, el impoluto y preclaro ejemplo de la Sagrada Familia, el que nunca ha mentido sobre El Frontón y otros temas menores, y está dispuesto, en esta vida o en la otra, a cobrar lo que deben las trasnacionales, derogar la Constitución Fujimorista, traer para que comparezca ante sus víctimas (que fuimos todos) a este genocida, Alí Babá de la Calle 7 Jeringas; o darle paso, de una vez por todas, a la libre desafiliación de las delincuenciales AFPs ( por favor, antes que se mueran mis dos tías de 78 años, que han sido vilmente estafadas por ese engendro de Boloña y otros pícaros que por allí andan sueltos, o mejor dicho, seguramente ya enchufados en algunas de las dependencias estatales, junto con los buenos muchachos del Comando Rodrigo Franco, a los que más de un parlamentario del oficialismo garantiza y pone las dos manos en el fuego por ellos: ¡que se quemen, pues!).

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